REFLEXIÓN
TUTOR – ALUMNO
Cuando salieron de la maternidad, los rayos del sol
iluminaron la cabeza de Ezequiel, y la mamá le dijo al papá - Mira, parece un
angelito - Sí, es el bebé más lindo, del mundo- contestó radiante, el papá. Así
creció Ezequiel, contento, querido y orgulloso de su pelo blanco, blanquísimo.
Vivió en el campo hasta que tuvo 7 años, allí se crío
jugando con los animales, alimentando a las gallinas y sus pollitos, hasta
aprendió a montar a caballo, que el papá le regaló, especialmente para él, al
que le puso de nombre Pegaso, y se convirtió en su mejor amigo.
Una noche llena de estrellas, Ezequiel escuchó que los papás
conversaban en la galería de la entrada de su casa. Se acercó despacito porque
los notó preocupados, al verlo los papas le dijeron que era muy tarde y debía
ir a dormir. Ezequiel queda tan intrigado, que se escondió detrás de la puerta
para escuchar. ¡¡¡Qué sorpresa se llevó!!! Los papás estaban hablando de
mudarse, ¿mudarse? ¡Sí! Ir a vivir a otra casa, nada más ni nada menos que a la
ciudad, y todo el asunto era porque Ezequiel tenía que empezar a ir a la escuela,
y por allí donde vivían no había ninguna cerca. ¡QUÉ ALEGRÍA! Conocer la ciudad tener nuevos amigos, eso sí que parecía
divertido. Así fue que juntaron sus cosas y se mudaron a una linda casita
en la ciudad que quedaba muy cerquita de una hermosa escuela con sus paredes
pintadas con dibujos que habían hecho los chicos junto con las maestras.
Ezequiel estaba tan entusiasmado, que no podía quedarse
quieto. Fue con su mamá a comprar la
mochila y los útiles escolares, él eligió todos con la marca de su dibujo
favorito. Esa noche casi no pudo dormir, de tan entusiasmado que estaba.
Entonces llegó el día tan esperado, ¡el primer día de clases! Ezequiel
se levantó muy temprano, contento y nervioso. Se lavó la cara, los dientes y se
peinó su blanco-blanquísimo pelo blanco. Ese pelo que era su marca especial en
la vida, ese pelo que su mamá acariciaba todas las noches antes de que se
duerma, su hermoso pelo de nieve, como le decía su papá. Llegó a la escuela
junto con sus papás, lo besaron en la entrada, y Ezequiel, con paso decidido,
se acercó al patio a la fila de cuarto grado. Allí se empezó a sentir raro,
todos los chicos lo miraban, no sólo los de su grado, de todas las filas, los
grandes, los chicos, y Ezequiel no entendía por qué, quería que lo tragara la
tierra. De pronto un chico se acercó y le dijo - Oye, ¿por qué tienes el pelo
así? Ezequiel no contestó, no sabía qué decir, se preguntaba -¿así cómo, lindo
como la nieve? - Ante su silencio todos lo miraron, algunos empezaron a reírse
y otros a burlarse, le gritaban: - ¡cabeza de crema, cabeza de nieve, cabeza de
papel, cabeza de azúcar!
Ezequiel miró a su alrededor y de pronto, con espanto
descubrió que no había ningún chico con el pelo blanco-blanquísimo como el suyo
y parecía que esto les molestaba a los chicos de la escuela. Lloró en silencio,
como para adentro, ya no le gustaba la escuela, se sentía triste y quería
volver a casa.
La profesora los saludó uno a uno con un beso y los llevó
hasta el aula del cuarto grado. El aula era lindísima, estaba decorada con los
nombres de todos los chicos, con dibujos, letras y números. Pero Ezequiel estaba tan triste que no podía ver
lo linda que era su aula, solo quería llorar y salir corriendo. Se sentó
solo, nadie quiso sentarse con él, porque todos pensaron que su color de pelo
lo hacía un chico raro.
María Luz, la profesora, les dijo que iba a tomar lista, que
a medida que los nombrara fueran parándose al lado de su silla. María Luz
comenzó - que se paren los altos- los chicos desorientados se miraron – vamos,
dijo la profesora, párense los altos- Los chicos se pararon. La miss siguió
diciendo, ahora los petisos, los de pelo color rojo, los que usan anteojos, los
que no usan anteojos, los morochos, los pálidos, los que tengan aparatos, los
de pelo blanco, los de pelo marrón, los que tengan dientes chiquitos, los de
dientes grandes, los que se portan bien, los que se portan mal, los simpáticos,
los tímidos, los charlatanes, los calladitos y así siguió con una lista
interminable.
Los chicos no hacían más que pararse, sentarse y volverse a
parar, porque todos, todos, todos, se sentían nombrados varias veces. Algunos
eran bajitos, charlatanes, de pelo amarillo y a veces se portaban mal. Otros
eran calladitos, altos, de dientes chiquitos y simpáticos. Todos tuvieron que
levantarse tantas veces que quedaron agotados. Pero faltaba lo último. María
Luz dijo – ahora que se paren, los que quieran divertirse, los que quieran
aprender, los que quieran hacerse amigos, los que quieran jugar, los que
quieran reírse. Se imaginan lo que pasó, ¡SIII! Se levantaron todos juntos,
gritando yo, yo, yo, yo, miss.
Entonces, la profesora María Luz dijo:
No importa las diferencias que tengamos, todos miremos que tenemos en
común, para así poder respetarnos y pasarla bien todos juntos.
Ezequiel había dejado de llorar. Otra vez se sentía contento
y con ganas de estar en la escuela. De pronto se acercó un chico y le preguntó
si podía sentarse con él. Ezequiel le contesto que sí.
Y desde ese entonces, lo que conozco de esta historia es que
Ezequiel se hizo de muchos, muchos amigos, y otra cosa que me contaron, es que
cuando había que actuar de Papá Noel en diciembre, siempre lo elegían a él y
esto lo hacía sentirse muy, pero muy orgulloso a Ezequiel, de haber nacido con
ese pelo blanco- blanquísimo…
Adaptación: Prof. EDSECHIMA